
Los Principios de la Francmasonería
Exposición sobre los Principios de nuestra Institución.
¿Qué es la masonería? Según la última revisión y corrección de la R.A.E., la masonería es una
“Asociación universalmente extendida, originariamente secreta, cuyos miembros forman una hermandad iniciática y jerarquizada, organizada en logias, de ideología racionalista y carácter filantrópico.”
Lo que puede ser una definición simplista, y para muchos matizable, no obstante, está exponiendo de forma sutil dos principios básicos de esta institución: la razón y la filantropía.
La razón es un elemento básico en masonería. Sin la razón como pilar sustentador, ésta no podría existir como tal o no tendría sentido. La capacidad de razonar, discernir, opinar, contemplar alternativas, considerar opciones etc. nos conduce a uno de los fines últimos de la masonería: la búsqueda de la verdad. Esta búsqueda, que tantos obstáculos, y a veces peligros, encierra, tiene su leitmotiv, o hilo conductor en la razón. El raciocinio es para el masón, y debería ser para el humano en general, su motor de vida a través del cual articula sus pasos, su experiencia y su construcción como persona, cediendo en los momentos adecuados la importancia suficiente a los sentimientos y la sensibilidad. Es la razón la que nos permite a los masones llevar a cabo nuestro proceso de construcción personal. Es la que aleja las tinieblas de nuestra mente y nos devuelve la augusta luz que nos fue concedida en nuestras respectivas iniciaciones. Toda la ordenación vinculada la masonería y a las logias es de tipo simbólico-racional, todo está pensado y obedece a determinados patrones. De esta manera, la razón, es esa suprema realidad que da sentido al trabajo masónico y lo dota de objetivos y fines.
Por otro lado la filantropía es otro de los principios básicos de la institución. Como hermandad, los francmasones y francmasonas procuran el bien de sus hermanos en una perfecta armonía. Pero va más allá. En nuestro ideario esta el amor a la humanidad como cuerpo social último y más numeroso. Somos seres sociales, vivimos en comunidad. Es por ello por lo que nosotros, a través de nuestro perfeccionamiento individual, finalmente volcamos en la realidad social todo lo mejor de nosotros de mismos, como piedras cada vez más pulidas. Como seres de razón y moral que somos, no podemos más que desear lo mejor para el resto de humanos y así, juntos, poder construir un mundo mejor en todos los aspectos. Un mundo en el que el amor y la paz hayan barrido al odio y a la guerra. Para esto mismo nuestra institución da seres capaces de poder aportar su pequeño granito de arena al universo. Un granito sincero y comprometido que, en la medida de sus posibilidades, no tiene otras premisas que las de ayudar a mejorar y desear el bien.
Al igual que masonería es razón, masonería es filantropía. Nuestra institución persigue cambiar el mundo a través de nosotros, en la escala que cada uno pueda. Con nuestra capacidad de razonar, cada vez más depurada, podemos hacer buenas y grandes cosas en el desarrollo universal. Tenemos entusiasmo. Y ese entusiasmo es consecuencia de nuestro amor hacia la humanidad. Aunque conocemos la maldad, creemos en la capacidad de los seres humanos para hacer el bien; por ello no podemos hacer otra cosa que fomentar esa bondad.
Estos dos principios de la masonería, sin embargo, no serían lo que son sin el llamado espíritu. Es esa fuerza invisible, esa gran motivación, esa dimensión profunda que cada uno de nosotros de manera personal encierra en lo más profundo de su ser. Ese espíritu personal es el que nos hace creer en lo que estamos haciendo. Nos hace creer en el camino que estamos siguiendo y los objetivos que perseguimos como masones. Es ese motor oculto que nos hace ver la vida de otra manera, con unos objetivos y unas metas. Es la parte trascendental de nosotros mismos; nuestra otra dimensión complementaria que hemos ido desarrollando, puliendo nuestro mundo interior.
Por tanto, estos tres principios son importantes para la masonería porque simplemente la hacen ser como es. Y es por ello por lo que son tan eficaces: porque son capaces de transformar una simple agrupación de personas en una hermandad consolidada por la razón, unida por la filantropía y sustentada por el espíritu personal de cada uno. No obstante, todo trabajo sobre los principios masónicos sería claramente incompleto si no citase a las máximas tradiciones, que son Libertad, Igualdad y Fraternidad. Esta tríada es resolutiva cuando se habla de Francmasonería, ya que estas tres palabras encierran en su interior la verdadera alma de la institución a través de sus fines últimos, y que en forma de proclama están siempre presidiendo nuestros Trabajos.
Para concluir podemos volver la vista a uno de los pasajes más importantes de la ópera La Flauta Mágica de Mozart: el final. En él se celebra el triunfo de la luz sobre la oscuridad y se canta con alegría a los nuevos iniciados una oda fraternal. Los protagonistas han conseguido superar la maldad de las tinieblas y escapar de egoísmos y odios personales. Superadas las pruebas del templo de la razón, sus nuevos hermanos los reciben con una alabanza simbólica. Este pasaje viene al hilo del tema que tratamos hoy ya que en él encontramos la culminación de los principios de la masonería: la razón que ha conseguido derrotar a la oscuridad, el amor a la humanidad celebrando las virtudes de los nuevos iniciados (símbolos del HOMBRE y la MUJER), y el espíritu, que místicamente invade la escena al calor de la Libertad, Igualdad y Fraternidad. En definitiva, no es más que el éxtasis masónico que ha de recordar al mundo el fin y el objetivo de nuestra institución, apoyada en los valores antes mencionados. El último pasaje del texto dice así:
¡Gloria a vosotros, iniciados!
Habéis dominado el poder de la Noche.
¡Gracias sean dadas a ti, Osiris, y a ti, Isis!
¡La fortaleza ha vencido y en recompensa ha coronado a la belleza y a la sabiduría con una corona eterna!