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La Masonería ante la crisis actual

La Masonería ante la crisis actual

Una reflexión sobre nuestra conciencia de ciudadanía. 

 Me gustaría llevar a vuestro ánimo estas palabras que me emocionaron al leerlas:

“Hombres débiles y humildes han cruzado el mar y pisan tierras donde nadie les conoce, donde nadie puede responder por ellos. Sin embargo, con una absoluta confianza en su título de Ciudadano, creen encontrarse seguros, no solamente ante nuestros magistrados, no solamente ante los ciudadanos de Roma, unidos con ellos por el lenguaje, por las leyes y por multitud de lazos, sino porque donde quiera que se encuentren, confían en que ese título les sea salvaguarda suficiente: Cives romanus sum.”

Este alegato fue pronunciado por Marco Tulio Cicerón en el año 70 a.d.c. ante el Senado romano, en defensa de los habitantes de Sicilia contra el pretor Verres, al que acusaban de corrupción y de abuso de poder durante su gobierno en la isla. La defensa del abogado Cicerón ante el Senado no solo aporto las pruebas pertinentes para demostrar que el Gobernador prevaricaba, sino que llevó al ánimo de los senadores aquel derecho de ciudadanía que había sido vulnerado. Soy ciudadano romano y nada tengo que temer del abuso y la arbitrariedad.

Bueno y pertinente me parece recordar este episodio del Derecho Romano porque nunca debemos caer en el olvido de que la Masonería encuentra sus raíces, amén de la Libertad, Igualdad y Fraternidad, en aquella famosa y nunca bien ponderada Declaración de “Les droits du citoyen”.

Porque, tal vez, esta crisis también es una crisis de Ciudadanía. Una situación que hará historia y que se definirá en los manuales de Historia como un Capítulo de Regresión de los derechos políticos, sociales, económicos y civiles. Es decir una erosión muy bien planificada de la Ciudadanía y es además una concertada destrucción de nuestra confianza, de que el declive es ya inevitable y que la próxima generación ha de rebajar sus miras.

Pero la dignidad de un ciudadano reposa sin duda en su capacidad de autorrecriminarse. Y creo que es llegada la hora de autorrecriminarnos y de recurrir de una vez a nuestras raíces y a nuestros Padres Fundadores y retomar sin complejos la vieja ética, el conocimiento profundo del mundo y, sobre todo, el deseo de incidir en la realidad, e incidir en la realidad implica oponer al pesimismo de la Razón el optimismo de la Voluntad para cambiar las cosas que pueden y deben ser cambiadas.

Es la hora de ejercer nuestro oficio de masones: Proclamar todo un catálogo de valores contra el imperio del Becerro de oro, o mejor aún contra el oro del becerro. Es el momento y la hora de los audaces y los esforzados, clamando por el retorno a valores que galopan por nuestras venas de la Masonería: el esfuerzo, la honradez, el valor, el juego limpio y la lealtad. Valores que son viejos pero valores que son Verdad. Y no hay nada más satisfactorio para el espíritu como la entrega total a una tarea difícil.

Como dijo en 2008 el Presidente Obama:

“Este es el precio y la promesa de la Ciudadanía”.

La Ciudadanía es una Virtud y no una carta otorgada por una Constitución garantista. No es solo el ejercicio de un voto y delegar. Es ser y estar. Es la toga romana que heredamos. Y si unos campesinos de Sicilia no cedieron ante el expolio y el abuso de un pretor, tampoco nosotros ahora podemos permanecer inermes ante los pretores de nuestro tiempo. Somos ciudadanos. Hemos de ejercer esta calidad civil y hemos de transmitirla con la consigna clara de que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto y de que cuando los que están abajo se mueven, los que están arriba acaban cayendo, HAGAMOSLO ¡¡AHORA¡¡

Una Hermana Masona.

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